FONDO DE INFORMACIÓN SOBRE LA COMPARSA DE GIGANTES Y CABEZUDOS DE PAMPLONA
EDITADO POR EL GRAN HOTEL LA PERLA

JAVIER ECHEVERRIA

JAVIER ECHEVERRIA, EL TXUNTXUNERO GITANO

Texto: Fernando Hualde

Javier Echeverria a la derecha


Dentro de la historia de las fiestas de San Fermín nos vamos encontrando con algunos personajes que, por uno u otro motivo, han formado parte importante, y muy importante, de esta historia. No voy a caer en el error de empezar a citarlos porque seguro que me dejo alguno, y no quisiera incurrir en pecado de omisión.

Sin embargo hoy, con el permiso del resto de personajes que han hecho historia, ¡que no son pocos!, me voy a permitir la osadía de destacar y glosar la figura de uno de ellos. Hablo del tío Javier, el chunchunero gitano, de quien siempre me ha llamado la atención lo desapercibido que ha pasado, de puntillas muchas veces, en los diferentes tratados de historia sanferminera. El centenario de su desaparición, 11 de julio de 2011, bien justifica este recuerdo, recuerdo que quiere ser, y es, merecido homenaje.

Se llamaba Francisco Javier Echeverría Navarlaz. Se le atribuyeron diferentes lugares de nacimiento, siempre dentro de Navarra, y entre ellos los que más fundamento tienen son los de Esquiroz, Tafalla, Linzoain, Arrieta y Orcoyen, que eran a su vez sus puntos habituales de residencia. De él sabemos que en los años treinta del siglo XIX acompañaba musicalmente a los Gigantes de Pamplona, labor esta que desarrolló durante décadas. Algo así como el Javier Lacunza o los hermanos Fraile de hoy. El tío Javier, que es como le llamaban todos popularmente, fue el punto de intersección entre la antigua comparsa -que funcionó hasta 1860- y la actual. En esta última acompañó siempre a los gigantes negros.

Lamentablemente en el Archivo Municipal de Pamplona únicamente se conserva desde 1848 la relación de músicos que acompañan a los Gigantes y Cabezudos. Son otros documentos anteriores, principalmente de pagos y contratos los que nos permiten comprobar, como queda dicho, que al menos desde principios de la década de los treinta Javier Echeverría era ya el chunchunero municipal. Todos esos documentos nos revelan también que este hombre nunca faltaba a su cita con los gigantes, ¡ningún día!. Normalmente el secretario del Ayuntamiento de Pamplona hacía en un papel una tabla de asistencias en la que aparecían todos los que acompañaban musicalmente a los gigantes, y también los días, y es allí donde vemos que nuestro gitano nunca hacía calva. Los Gigantes y él, durante los primeros cincuenta años de los primeros, fueron un binomio indisoluble.
Era un excelente chunchunero, y por lo visto era también un excelente artista bailando. Sobrevive un recorte del periódico "El Eco de Navarra", sin fecha impresa, pero con fecha manuscrita de julio de 1900, en el que un cronista viajero, que firmaba con el pseudónimo "Un forastero", hace una bonita descripción del ambiente en la calle y de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos; en uno de los párrafos dice: (...) Allí estaba también el honrado gitano de Orcoyen, Javier, el mismo de hace unos cuarenta años, con el mismo color cobrizo, el mismo chaleco, el mismo chulubit, y creo que el mismo parche en el tamboril. Pero el colmo, el extra, fue cuando la gente le invitó a que bailase la jota rasgueada de su repertorio al son de otro chunchunero. Como di diávolo!. ¡Qué brincar!, ¡que trenzar piernas!, ¡qué mover brazos!. Hay que verlo, hay que verlo señor directamente; la Plachiara a su lado bailando habría parecido un picador levantándose de la arena. En esto se oyó, ¡ya salen!, y a los pocos segundos ya estaba cada uno en su puesto bailando los gigantes".

Año 1909 - El txuntxunero de la derecha, con chaleco, es Javier Echeverría.

En el año 1908, después de algo más de setenta años poniendo música y ritmo a los gigantes, una enfermedad le obligó a retirarse. Y ese mismo año, ¿para qué tardar más?, el Ayuntamiento de Pamplona, presidido por don Daniel Irujo, le tributó un sentido homenaje al que acudió el propio Javier Echeverría andando, desde Linzoain (valle de Erro), recibiendo en Pamplona el reconocimiento y el agradecimiento hacia su labor.

Qué amor tendría este hombre a los Gigantes de Pamplona que en 1910, a la edad de... ¡99 años!, Javier Echeverría se vino de nuevo andando hasta Pamplona desde Linzoain, con su chistu y su tamboril. Le costó cuatro días hacer este viaje. Y todo por acompañar una vez más a las egregias figuras de Tadeo Amorena. Sería su última vez.
Por vez primera en su vida, a punto de cumplir los cien años, se dio cuenta de que las manos ya no le seguían. Resignado por esta desgracia no quiso dejar de acompañar a la Comparsa y, en un acto emotivo, recogió su chistu y su tambor, y en silencio desfiló con los gigantes. Este, y no otro, fue Javier Echeverría, el tío Javier, de etnia gitana (...y pásmense ustedes, no ha sido procesado nunca, decía un periódico al recordar que era gitano), figura inseparable de los Gigantes de Pamplona durante algo más de setenta años.

No son muchas las fotos que existen de él, y todas de mala calidad, pero son las suficientes como para ver que se trataba de un buen mozo, alto. En "El Aralar", según recoge Arazuri, aludían a él con el siguiente texto: "Entre la multitud que acompañaba a la comitiva de gigantes y enanos, ediles y cabezudos, destacábase un bohemio de pintarrajeado marsellés, de tez morena, labio grueso ligeramente gris, ojos negros, y negras y encrespadas guedejas, tocando el clásico tum-tum".

Al finalizar las fiestas de ese año, y con la colaboración de la prensa pamplonesa, las barracas del recinto ferial, el cine y los cinematógrafos, donaron parte de su recaudación para que el tío Javier pudiese tener mejor calidad de vida mientras esta le durase.


Las fiestas de 1911 las comenzó ingresado en el Hospital Provincial. En él fallecía el día 11 de julio, cuando a las fiestas sólo les quedaba la octava. "Ha sido el primer año en que Echeverria no ha podido asociarse a nuestro júbilo en las fiestas, y como si no pudiera soportar el peso de la ausencia, como si los cohetes y las músicas oidos en la cercana lejanía desde el lecho del dolor le traspasaren el alma, Echeverría a muerto a una con las fiestas", escribió un cronista local. Algunos investigadores sanfermineros le atribuyen como fecha de fallecimiento el día 8, y otros el día 11, pero queda claro que fue este último día. Cuando el periodista local nosdice que murió a una con las fiestas, sépase que en 1911 las fiestas todavía se celebraban los días 7, 8, 9 y 10.


Y, para disipar la duda todavía más, Garcilaso, en "El Eco de Navarra" le dedicaba el 12 de julio unos versos muy entrañables, y que inclinan la balanza por el día 11 como fecha exacta de su defunción. Decían así:


Murió en el postrero día
de fiestas el chunchunero.
¡Pobre Javier!, que no pudo
ver a su gigante negro
cuando por las calles iba
todo en sus galas envuelto
bailando al son de otro chistu,
detrás de un tamborilero
que no era el fiel viejecito
que fue con él tanto tiempo.

Javier murió con el último
rumor de nuestros festejos;
ruido final, que en llegando
hasta su lecho revuelto
apagó la viva llama
de los ojos de aquél viejo,
que ardió cien años y pudo
seguir al gigante negro
hasta que quedó encerrado
para esperar año nuevo.


Tambor de Javier Echeverria, que se conserva en el Archivo Municipal de Pamplona

De Javier Echeverria nos queda hoy abundante información en el Archivo Municipal de Pamplona, en la sección de "Diversiones Públicas". Pero, sin duda, la pieza más preciada que de él se conserva en el mencionado archivo es precisamente su tambor.

Cien años después de su fallecimiento, el 11 de julio de 2011, la Comparsa de Gigantes y Cabezudos tuvo un recuerdo muy especial para el tío Javier. Al mediodía, en la plaza de San Francisco, los Gigantes bailaron en torno a los txistularis como señal de recuerdo y homenaje a Javier Echeverria, el txuntxunero gitano.

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