FONDO DE INFORMACIÓN SOBRE LA COMPARSA DE GIGANTES Y CABEZUDOS DE PAMPLONA
EDITADO POR EL GRAN HOTEL LA PERLA

ANECDOTARIO

ANÉCDOTAS, CURIOSIDADES Y CHASCARRILLOS 
EN TORNO A LA COMPARSA DE GIGANTES Y CABEZUDOS DE PAMPLONA

Texto: Fernando Hualde


Haber nacido, como han nacido nuestros gigantes y nuestros cabezudos, en la segunda mitad del siglo XIX; haber vivido todo el siglo XX, y caminar ahora por el siglo XXI con paso firme y juvenil..., pues no cabe duda que da para muchas anécdotas, para infinidad de chascarrillos, a caballo entre la historia y la intrahistoria.

Nos olvidamos aquí de las caídas, pues para ellas ya hay en este blog un capítulo especial; nos olvidamos igualmente de los viajes que no pudieron ser, también con otro capítulo especial; y nos olvidamos de la extensa lista de salidas extraordinarias que han realizado las figuras de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos. Pero hay otros muchos aspectos que merecen ser recordados, que en muchos casos van a provocar la risa, que en otros tan solo la sorpresa, y en otros, pues... tal vez otro tipo de reacciones.

Va a ser este un capítulo siempre inacabado; siempre va a haber posibilidad de ir añadiendo las anécdotas que vayan surgiendo en el día a día; igual que siempre habrá sitio para esas otras anécdotas que se rescaten de la memoria de los más ancianos, o las que se puedan encontrar en los viejos legajos del Archivo Municipal, que de todo habrá.

Quiere, por tanto, ser este un capítulo ameno y curioso, al que se ha intentado darle un orden cronológico.
Que usted lo disfrute.



19 DE JULIO DE 1908
MOVIMIENTO INESPERADO

Había llegado a la ciudad la infanta Isabel de Borbón. Ella y sus acompañantes tenían alquilada toda la primera planta del Hotel La Perla; y ante esos balcones de la Plaza del Castillo organizaron las autoridades un acto de recepción en donde estaba prevista la actuación de una banda de música y de los gigantes.
Delante de La Perla se agolparon cientos de personas; en primera fila estaban las autoridades y los Grandes de España, entre ellos el Conde de Guendulain. Se acordó que los primeros en actuar serían los gigantes, y se convino con la infanta en que sería ella, una vez que saliese al balcón de su habitación, quien haría un gesto a la Comparsa para que pudiesen iniciar su coreografía. Y así se hizo.
La infanta Isabel salió a uno de los balcones del primer piso del Hotel La Perla, suponemos que en medio de las ovaciones de la concurrencia, que para eso era un personaje especialmente querido. Los de la Comparsa estaban atentos al signo cortés que la infanta debía de hacerles; y tan solo unos instantes después ella, mirando a los gigantes les hizo una seña. Seguidamente empezaron a templar las gaitas. Había llegado el momento de bailar las egregias figuras.
Y todas a la vez se alzaron para empezar la danza. 
Nadie contaba con que aquellos caballos del carruaje del Conde de Guendulain, que tan felices estaban junto a las grandes figuras reales, se iban a llevar semejante susto. Lo último que sospechaban aquellos caballos era que semejantes figuras que tenían a su lado de repente se iban a mover.
Alzarse los gigantes y salir los caballos en estampida fue todo uno. En su precipitada carrera hacia el Café Iruña los caballos se llevaron consigo al carruaje vacio, que no solo volcó aparatosamente, sino que en ese estado fue arrastrado durante más de cincuenta metros. El espectáculo estaba servido.




10 DE JULIO DE 1936
LOS OBREROS CON LOS REYES

El concejal pamplonés señor Dorronsoro proponía en el pleno municipal del 10 de julio que se estudiase la forma de que los portadores de los Gigantes de la comparsa fuesen obreros en paro, "por estimar que no es justo el que los obreros que tienen su trabajo normal, dejen este para ganar un jornal en otros servicios, que podría ser perfectamente atendido por obreros que no tengan trabajo".




1966
GIGANTES EN MINIATURA

Hay que admitir, como un éxito de sus creadores, que en los hogares pamploneses abundan las colecciones de Gigantes en miniatura, bien sean de escayola, o de marmolina. Pues bien, estas figuras también tienen su origen, obviamente, y este hay que situarlo pasado el centenario de las cuatro parejas de Gigantes.
Era en 1966 cuando José Antonio Cabasés y Santiago Alonso, con la colaboración de Cayo Irigoyen, consiguieron sacar y comercializar la colección de ocho pequeños gigantes. Con el paso de los años la colección se completó con el resto de miembros de la Comparsa.
Tal ha sido el éxito de estas figuras que, iniciado ya el siglo XXI, hemos conocido su versión en un material irrompible, en goma, para que los niños puedan jugar con ellos.
Quede aquí, por tanto, este pequeño recuerdo de reconocimiento y homenaje hacia quienes en 1966 tuvieron tan brillante idea.




SAN FERMÍN 1988
RÉPLICAS PARA LOS NIETOS

El carpintero pamplonés Emilio Itoiz construyó este año una réplica del Rey Europeo, de 2 metros de altura y 12 kilos de peso. Al año siguiente construyó la Reina Europea, de iguales medidas y peso que el anterior. Ambas figuras fueron hechas por el carpintero para que las pudiesen bailar en fiestas sus nietos Xabier e Itxaso Itoiz.




SEPTIEMBRE DE 1994
PONEN NOMBRE A LOS ZALDIKOS

De todos es sabido que dentro de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona las únicas figuras a las que no se les conoce con un nombre son los zaldikos; es más, dentro de la Comparsa estas figuras se identifican a través de un número, del 1 al 6.
Sin embargo hay que decir, que en una ocasión, allá por el mes de septiembre de 1994, ante la llegada de las fiestas de San Fermín de Aldapa, la emisora Radio Pamplona, con el patrocinio de un centro comercial, promovió un concurso a través de la radio para que los chavales pusiesen nombre a los seis zaldikos.
Los nombres elegidos, entre los muchos propuestos, fueron:

Zaldiko nº 1: Correketecagas
Zaldiko nº 2: Zamaltzain
Zaldiko nº 3: Mala uva
Zaldiko nº 4: Zartako
Zaldiko nº 5: Rompehuesos
Zaldiko nº 6: Pottoka




8 DE JULIO DE 1998
IMPOSIBLE BAILARLOS

Era el año 1998. La ciudad de Yamaguchi, allá en el lejano oriente, preparaba los actos conmemorativos del 450 aniversario de la llegada a Japón de San Francisco Javier, a celebrar en 1999. Prepararon diferentes comisiones, y entre otros objetivos estaba el de organizar allá una exposición sobre las fiestas de San Fermín, motivo más que suficiente para que una delegación de Yamaguchi se acercase en aquellas fiestas de 1998 para vivir de cerca cómo eran las fiestas.

Recuerdo que concertamos una cita, en la mañana del 8 de julio, en el Hotel La Perla; y allí que acudieron todos puntuales. Nos sentamos en uno de los salones, y una a una fueron soltando todo tipo de preguntas, querían entenderlo todo. Quién era San Fermín, porqué el pañuelo rojo, desde cuando corrían los toros por las calles, y mil dudas más. Hasta que..., hasta que llegamos al tema de los Gigantes; ellos ya me habían advertido que querían centrarse en ese tema,  y yo, sabedor de que ellos habían construido en Yamaguchi dos gigantes, les hice un boceto de fiesta con gigantes y cabezudos, con una coreografía para la ocasión.
Conforme les iba explicando observaba a la vez sus caras, y me daba cuenta que había algo que no les encajaba; así que volvimos a repasar todo, y algo me decía que aquella gente no veía factible hacer aquello. Y finalmente me expusieron su duda.

- Hablas de hacer un baile con los gigantes, pero... ¿como quieres que les hagamos bailar?, ¡es imposible!.

- Evidentemente -les dije- los gigantes no bailan solos; es una persona la que se mete dentro y la que baila.

- Pero... ¿cómo es eso posible?

Y en ese momento oía yo que la Comparsa subía Chapitela arriba; así que, por aquello de que una imagen vale más que mil palabras, les hice levantarse y acompañarme. Salimos a la calle, y delante mismo del hotel las egregias figuras hacían un merecido alto en el camino. Nos acercamos al Rey Asiático, y pudieron ver cómo era su interior, cómo accedia el dantzari por detrás, cómo lo elevaba, y finalmente cómo bailaba.
Tenían los ojos desencajados. Y es allí donde me explicaron qué es lo que les pasaba.

Y el asunto era el siguiente. Ellos hicieron en Yamaguchi dos gigantes; uno de ellos representaba al daimyo Yoshitaka, una especie de emperador o señor feudal que es quien autorizó y facilitó a San Francisco Javier su entrada en Yamaguchi; y el otro representaba a San Francisco Javier, vestido de negro, con sobrepelliz blanco y estola roja.
A la hora de hacer estas dos figuras tomaron como modelo una fotografía de los Gigantes de Pamplona, concretamente una tarjeta postal. Ciertamente los hicieron de una altura similar. Pero... lo que no sabían, pues en la foto no se percibe, es que eran de madera y cartón, ¡y que eran huecos por dentro!.
Y lo que ellos hicieron fue, nada menos, que dos gigantes de hierro, ¡y macizos!. Cada uno de ellos pesaba varias toneladas, y los movían empujándolos entre varias personas tras haberles aplicado en la base todo un sistema de rodamientos.
Sobra decir que los sacaban una vez al año, dentro de un cortejo que recorría una avenida sin cuestas. Evidentemente aquellos dos gigantes eran incapaces de bailar al son de las gaitas, ni del txistu, ni de nada.
Todo un descubrimiento.



SAN FERMÍN 2011
LAZO SOLIDARIO CON JAPÓN

El 11 de marzo de 2011 se producía en Japón un fuerte terremoto, de magnitud 9'0, que provocó un inmediato tsunami. Los fallecidos a causa de aquella desgracia se contaron por decenas de millares con la consiguiente consternación a nivel mundial.
En los sanfermines de ese mismo año el detalle lo pusieron los cabezudos Japonés y Japonesa, que lucieron en la solapa de sus trajes un lazo negro adornado con una pequeña bandera de Japón.



12 DE JULIO DE 2013
UNA MISMA PIEL, UNA MISMA RAZA

No fue la primera vez, ni tampoco habría sido la última, pero, por la gracia que tiene y lo bonito que es, merece dejar constancia de ello.
En esta ocasión pasaba la Comparsa por la Avenida Carlos III, alejándose de la Plaza del Castillo. Junto a la esquina con la calle Cortes de Navarra había un grupo de personas, de raza negra, ataviadas con sus indumentos tradicionales, haciendo sonar ritmos que más parecían propios de su tribu. Allí estaban ellos, en medio de tanta raza blanca, mostrando con sano orgullo su música autóctona.
Fue pasando la Comparsa ante ellos, entremezclándose gaitas y tambores, pareja a pareja. Pero... cuando llegaron los reyes americanos, negros como los de los tambores, con ropajes como los de los tambores... ¡allí que se detuvieron!, y se colocaron delante de los nativos, y arrancando la sonrisa y el aplauso de la concurrencia, adaptaron su danza a aquél ritmo. Y por unos minutos aquellos hombres fueron músicos ocasionales de la Comparsa; y también por unos minutos, aquellas egregias figuras fueron mucho más humanas que nunca. Un detalle bonito.