FIGURAS DE LA COMPARSA

KILIKIS

Texto: Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona
("Los Gigantes de Pamplona", 1984, págs. 72-76)

¿Quien puede presentar a estos fieros personajes?. Todos los conocemos y todos hemos corrido delante de ellos; incluso hemos llorado amargamente cuando, por voluntad paterna y en contra de la nuestra, los hemos tenido cerca.

Contrariamente a lo que sucede con los Reyes Magos, que todos hemos tenido un Rey preferido a los demás, para todos nosotros ha habido un kiliki que ha sido el que más miedo nos ha dado.

Barbas, Patata, Verrugón, Coletas, Caravinagre y Napoleón forman la feroz infantería del cortejo, pero se vuelven mansos y bonachones cuando se trata de bautizar en las lides sanfermineras a algún jovencísimo pamplonica que se acerca en su silleta.

Mucho más ligeros que los zaldikos, con sus diez a doce kilos y medio sobre los hombros, hacen correr a la chavalería limpiando el camino que después recorrerá el resto de la Comparsa, llegando incluso, en su afán de velocidad, a perderse de los demás. No es inusual la escena de un kiliki preguntando a un Municipal por el paradero de los Gigantes.

Los kilikis, como el resto de las figuras, también están modelados en cartón-piedra.

Se mantienen sobre una armadura metálica formada por un aro que recorre interiormente el cuello a lo ancho, y en el que se sujetan dos vástagos metálicos que al introducirse casi paralelos en la cabeza hasta aproximadamente la altura de los oídos, dan rigidez a su estructura.

A una cierta distancia del aro del cuello hacia el interior de la cabeza, estos vástagos se complementan con una cruceta de madera transversal que unida a ellos y muriendo en el interior de las sienes mantiene las zonas laterales de la cabeza.

Por su parte inferior esos vástagos terminan en sendas horquillas, actualmente provistas de esponjas destinadas a encajarse en los hombros del portador, los extremos de las cuales forman unos "ojos" a través de los que se enhebra una correa de sujección que se ata a la altura del pecho del portador.

El problema de la ventilación interior de la cabeza está resuelto mediante una redecilla metálica superior dispuesta en el tricornio e invisible desde la calle, pero que todos podemos apreciar desde un balcón, así como por los orificios "naturales": orejas y boca. Esta última sirve, además, de mirilla para el portador.

No obstante siempre hay problemas de transpiración de forma que, al ser absorbido el sudor por el cartón, es frecuente tener que reparar el exterior porque salta la pintura.

La vestimenta consiste en una casaca o guardapolvos y un bombacho blanco que el portador viste por encima de su propio pantalón.

El color de la casaca no es el mismo para todos. De los seis personajes dos la llevan de color verde, otras dos son amarillas decoradas con flores, y las otras dos son de un rojo apagado, también, decorado con flores.

Este gabán se sostiene mediante ganchos que encajan en sendas hembrillas atornilladas al cuello de la figura resolviendo elegantemente el problema de la uniformidad entre la cabeza y la vestimenta.

La zona donde, lógicamente, se rompe esta uniformidad es la delantera, ya que la casaca no va completamente cerrada. Esta cuestión se soluciona mediante una especie de corbata ancha atada al cuello con dos cintas y formada por uno de los extremos de un lazo blanco que cuelga por delante y que nosotros lo conocemos como "el babero", nombre a todas luces lógico si se piensa en la dificultad del portador a la hora de ingerir líquidos.

Los actuales kilikis no fueron construidos al mismo tiempo. Al igual que los zaldikos, dos de ellos datan de 1912, y se deben igualmente al arte de D. Benito Escaler, de Barcelona, quien se basó en fotografías y bocetos que el Ayuntamiento de Pamplona le envió según consta en la correspondencia que existe en el Archivo Municipal pamplonés. Parece que, por lo tanto, estos dos kilikis son copia de otros anteriores. Se trata de Napoleón y Patata.

Otros dos, Caravinagre y Verrugón, fueron construídos en 1941 en los talleres Porta-Coeli de Valencia, y, con el fin de que no desentonasen del resto, el Ayuntamiento de Pamplona envió a Valencia un kiliki y un zaldiko para que sirviesen de modelo.

En el proyecto inicial estos kilikis iban provistos de sendas pelucas que nunca llegaron a lucir ya que no se consideró adecuado, y en la factura correspondiente constan descontadas.

Del origen de los otros dos, Barbas y Coletas, tampoco tenemos noticias, aunque a la vista de sus facciones no sería del todo desacertado pensar que nacieron de las manos del propio Tadeo Amorena. Un detalle a reseñar de estos dos kilikis es que van provistos de unos orificios destinados a sujetar sendas pelucas.

El último integrante del grupo se incorporó el 11 de julio de 1977, fecha en que el Ayuntamiento de Tudela regaló al de Pamplona el cabezudo "Ribero", que desde entonces sale con sus compañeros en la Comparsa.

Otros detalles que merecen ser conocidos son, lógicamente, sus dimensiones: miden 65 centímetros de altura y 50 centímetros de anchura, con un perímetro de 1'40 metros. El pelo actualmente es pintado en cinco de los seis kilikis. El otro, y de ahí su nombre de Coletas, está dotado de abundante melena recogida por detrás en una trenza en la que los sufridos mozalbetes toman venganza con tanta frecuencia que el portador, astutamente, opta por colocarla por debajo de la casaca.