GIGANTES DE PAMPLONA
UNA MONARQUÍA HUMANATexto: Carlos Pérez Conde y la Comparsa
(Escrito en 1984)
Nueva York, 12 de octubre de 1965. PAMPLONA contribuye con sus GIGANTES a la magnificiencia y al colorido del Desfile de la Hispanidad. Por cautela ante los sentimientos racistas de una parte del pueblo norteamericano, la pareja de Reyes negros se ha quedado en casa. Los portadores de kilikis -mano de obra barata, piel oculta-, eran negros.
Blancos de alma blanca son los componentes humanos de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona. Alma blanca acorde con la del niño, primer y principal destinatario de su actividad. Alma blanca de pureza, pues la autenticidad de nuestros Sanfermines tiene obligado punto de referencia en la Comparsa. Alma blanca de ternura, cualidad constante en la relación de los hombres con las figuras. Alma blanca de amor, que admira quien observa la entrega total y desinteresada de unas personas a unas estructuras de madera y cartón. Estos hombres se meten en las entrañas de los históricos personajes, les imprimen su alma, su corazón y su vida, gozan y hacen gozar.
Estos HOMBRES, escribo. Cuando lo escribo, -125 aniversario de los Gigantes-, una Peña pamplonica tiene PRESIDENTA. Recién estrenada. Por cierto, mozos de la Comparsa: ¡¿Para cuando la incorporación de la mujer a vuestro colectivo?!, ¡que se os nota el machismo!. Como cuando perseguís y pegáis a las quince-veinte-treinta-añeras. ¿A que me gano algún vergazo?, reflexiono. Claro que tampoco pongáis en los zaldikos amazonas tan atractivas que las perseguidas sean ellas...
Los GIGANTES de PAMPLONA componen una Monarquía democrática, interclasista y consolidada. Democrática, bajo el principio de "el pueblo soberano". Aquí, los Reyes, -ya europeos, ya africanos, ya asiáticos, ya americanos-, no solamente bailan al son que les toca el pueblo, sino que es el pueblo el que los baila. Interclasista, porque sus portadores y bailadores son de diversa extracción social y porque la sociedad entera los quiere y los respeta. Y consolidada. ¡Pues claro!; ¿o hay que demostrarlo después de 125 años...?
Ocho Reyes -nuestros GIGANTES-, 6 cabezudos, 5 kilikis y 6 zaldikos, patrimonio del pueblo de PAMPLONA. Del pueblo niño, que ríe, llora, escapa, duda y se envalentona desafiante. Del pueblo adolescente, que tiene como suyas la Comparsa y la Peña txiki, el toro de fuego y el encierro infantil. Del pueblo adulto, que reprime sus ganas de carrera delante del kiliki o del zaldiko (es más propio, piensa, delante del toro), que recuerda sus miedos infantiles y que se divierte y/o irrita con el temor del hijo pequeño. Del pueblo viejo, anciano, que añora su infancia y siente como una emoción irrepetible cada encuentro con la Comparsa.
La detonación del chupinazo llega con cierta parsimonia hasta la Estación de Autobuses, residencia actual de la Comparsa, que las ha conocido peores e, incluso, nocivas para la salud material. Son las tres y media de la tarde del 6 de julio cuando la Comparsa asoma a la calle Tudela y aprovecha la calma de la primera sobremesa festiva para alcanzar la Plaza Consistorial. Es el prólogo. El epílogo de esta breve, pero intensa vivencia anual, será sobre las 3 de la tarde del 14 de julio. El "pobre de mí", que tiene un primer gesto en el levantamiento del vallado del encierro, pasa hoy en día, sin discusión, por el emotivo y entrañable acto de despedida a/de los Gigantes. A la Comparsa no le hace mucha gracia que ese acto, de nacimiento espontáneo, figure en el programa oficial.
Para el 6 de julio, los GIGANTES habrán sido desprovistos de los plásticos que les resguardan de la humedad y del polvo. Al descubierto, sus cabezas y brazos recién pintados y sus ropas recién lavadas (al menos, seguro, las prendas blancas). Las demás figuras son sacadas de estanterías en las que descansan al abrigo de telas viejas procedentes de los Gigantes y de revestimiento plástico.
Hasta el 14 de julio: el riau-riau, la procesión, las salidas matinales, la Octava... Los componentes de la Comparsa tienen sus preferencias al respecto: la procesión, con el "momentico", -en el atrio de la Catedral-, como punto subrayado; la despedida; y el retorno de la marcha a Vísperas, perdido estos últimos años.
¿Qué hace que unos hombres hipotequen sus mañanas sanfermineras?, ¿porqué ingresaron en la Comparsa?, ¿porqué les cuesta dejarla?, ¿cómo viven su tarea?, ¿qué beneficio material les reporta?, ¿qué sacrificios les supone?, ¿cómo son las relaciones humanas entre el colectivo de la Comparsa?.
Lo que lamento es no poder preguntárselo al borde de un plato de ajoarriero, o de callos, o de toro, o de relleno, o de alubias, o de huevos fritos con magras y tomate... Y no es por falta de invitaciones, que me las repiten a diario cada año. Es por la servidumbre del directo o del diferido radiofónicos.
El almuerzo de la Comparsa suele coincidir con el mediodía. El ejercicio del primer par de horas, -a veces sometido a altas temperaturas, siempre bajo gruesas vestimentas o dentro del Gigante-, abre el apetito lo mismo que media hora de baile (confesado por ellos, oiga) apaga el clavo de la noche anterior. "La Cepa", "Erburu", "Montón" (mención gratuita) saben de su buen saque. La gente invita, pero los establecimientos les cobran al mismo precio que a cualquier otro cliente. En ocasiones resulta difícil encontrar sitio y almuerzo. "Antes sin necesidad de previo aviso, te preparaban el almuerzo en determinados lugares, como el Olaverri y el Oyaga. Y se portaban en el precio..."
Los almuerzos de dos mañanas se costean con parte de lo recaudado por la venta de pegatinas. Además, hay invitaciones como las del Barrio de la Navarrería y Colegio de Huarte, Mayor 54. Los demás, a costa de cada bolsillo. A escote. Nadie mira qué consume el otro. Así se comen las 2.200 pesetas diarias que paga el Ayuntamiento a los portadores de Gigantes (2.100 para el resto de las figuras). La falta de exigencias económicas es su preservativo ante la Corporación municipal. Un relativo certificado de autonomía.
Los miembros de la Comparsa no tienen muy claro el grado de sensibilidad del Ayuntamiento hacia sus Gigantes, hacia los Gigantes de Pamplona. Últimamente, se muestra muy receptivo ante las sugerencias y propuestas que le llegan de la comparsa: mejora del local social, restauraciones parciales, estudio gráfico de los modelos originales para documentación histórica y para caso de restauración, emisión de las pegatinas... Pero se le pasó el centenario, y podría hacer más por una mejor conservación.
Dos indicaciones, por unanimidad: si se construyeran copias de los gigantes, los originales para casa, para Pamplona, y las copias para las salidas, para los viajes. En cuanto a las reproducciones en miniatura; ¡horribles!. Se considera como aceptable la realizada por Cabasés.
Esa confraternización gastronómica entre los miembros de la Comparsa, que se proyecta en la difusión de la técnica de baile a los nuevos, apenas se mantiene durante el resto del año: reunión preparatoria de recorridos, día de cobro, salidas de San Fermín Chiquito y para de contar. ¡Ni siquiera celebran en grupo las cenas de la escalera...!. Después de Sanfermines tenían una cena, que ahora es por San Saturnino y paga el Ayuntamiento; y tienen otra por San Fermín Chiquito como compensación por esas salidas carentes de asignación económica.
Se llevan bien, "somos un bloque, un equipo", sin elitismos, "hubo tiempos en que algunos bailadores se creían superiores al resto de la Comparsa". El cambio político, con posibilidad de expresión de la diversidad ideológica, no ha afectado a las relaciones personales.
Apenas se dan casos de ascendencia familiar. No serán más de media docena. Los más veteranos entraron con cierto convencimiento, pero pronto fueron ganados por los Gigantes. Les cuesta dejarlo (habrá que regular la edad de jubilación y quizá establecer jubilaciones anticipadas) ante la impaciencia de los que portan otras figuras, que quieren llevar Gigante, y ante la desesperación de quienes están en la "lista de espera", cuyo número oscila según el aguante de los interesados. Esta situación corresponde a la última década. Se han conocido años en los que tres portadores se repartían dos Gigantes y en los que se dejaban en casa más de un kiliki y más de un zaldiko.
Aunque todos quieren Gigante, aunque la retribución sea ligeramente menor, aunque todos tienen mérito en su labor, rechazan la idea de que cabezudos, kilikis y zaldikos sean "comparsa" de los Gigantes.
Cuando alguien falla, -por ejemplo, dos o tres vacantes para los Sanfermines de 1983-, se respeta la antigüedad en la lista de espera. El novicio pasa a figura, sea cabezudo, kiliki o caballo. Ese mismo criterio de antigüedad se aplica para el "ascenso" a Gigante. Solo dos o tres excepciones de acceso directo a Gigante están en la memoria de los actuales integrantes de la Comparsa. Una vez en Gigante, primero se hace de portador en desfile. Poco a poco el portador se incorpora a los bailes.
En el desfile, los pasacalles proporcionan libertad de movimientos a los portadores y acercan el gigante al pueblo. Un desfile oficialista y ortodoxo distanciaría a la gente de sus gigantes. Sería para ver, no para vivir. Si les molestas en su caminar o si el portador quiere llamar tu atención para saludarte, te acosa con la estructura o se da una garbosa vuelta y te atiza un "mangazo" con la manga de la ropa del Gigante. En las pausas, en los descansos, cuando estás en lo mejor de la conversación con el gaitero, el del tambor inicia su redoble.
En la exhibición, en la demostración, -jota, vals, polonesa-, nada está ensayado ni existe técnica fija. Cada cual tiene su estilo a la hora de marcar los pasos, a la hora de ejecutar movimientos que realcen la elegancia, la prestancia naturales del Gigante. Innovaciones recientes: en el baile, un fragmento del "Baile de la Era" y las "polonesas" a la entrada de Autobuses; en los gestos, la inclinación del Gigante, casi hasta la horizontalidad, para que reciba el beso infantil en la despedida. La creatividad forma parte de las virtudes del componente humano de la Comparsa.
Una innovación más, probada y detenida como fruto de la experiencia: la sustitución parcial de la estructura de madera por estructura de aluminio. Se quita peso en la parte inferior, lo que produce descompensación y más difícil manejo. Y otra más: la incorporación de Ribero. Regalo fraternal de la tudelana "Orden del Volatín", -a la que expresan agradecimiento-, su diseño rompe la armonía del conjunto y es de material más frágil, más perecedero. La gente no lo acepta tanto como a los de casa, y la Comparsa es unánime en el criterio de perpetuar la composición original de la misma, sin añadidos.
Cumplir, conjugado con pleno sentido de la responsabilidad, es verbo que forma parte de la esencia de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona. Les sale cumplir y cumplen. A diario. Temprano. Con independencia de quien sea el primero o el último día. Al margen de cualquier circunstancia. Por encima del cansancio. Cumplen tanto y tan bien, que si les pillas en postura poco ortodoxa, abandonada, negligente, la foto no es de ordinario sino para el anecdotario. "A veces puede parecer que estamos de jota, pero es que los Sanfermines también son para nosotros. El público obliga cada día a más y lo hacemos gustosos. El recorrido se ha acortado, pero son más horas y el esfuerzo es mayor. Quizá se dé algún caso de cierta incomprensión por personas que se incorporan a última hora y olvidan que hemos salido a las nueve y media de la mañana".
La comparsa ocupa la mañana. "Esto no es llenar un hueco. Es algo más de los Sanfermines, como el encierro o las Peñas". A precio de Novena: "Nuestro espectáculo cunde mucho y sale muy barato al Ayuntamiento". Sus componentes tienen pendiente el disfrute de otros actos coincidentes en el horario.
Lo que lamento es no poder preguntárselo al borde de un plato de ajoarriero, o de callos, o de toro, o de relleno, o de alubias, o de huevos fritos con magras y tomate... Y no es por falta de invitaciones, que me las repiten a diario cada año. Es por la servidumbre del directo o del diferido radiofónicos.
El almuerzo de la Comparsa suele coincidir con el mediodía. El ejercicio del primer par de horas, -a veces sometido a altas temperaturas, siempre bajo gruesas vestimentas o dentro del Gigante-, abre el apetito lo mismo que media hora de baile (confesado por ellos, oiga) apaga el clavo de la noche anterior. "La Cepa", "Erburu", "Montón" (mención gratuita) saben de su buen saque. La gente invita, pero los establecimientos les cobran al mismo precio que a cualquier otro cliente. En ocasiones resulta difícil encontrar sitio y almuerzo. "Antes sin necesidad de previo aviso, te preparaban el almuerzo en determinados lugares, como el Olaverri y el Oyaga. Y se portaban en el precio..."
Los almuerzos de dos mañanas se costean con parte de lo recaudado por la venta de pegatinas. Además, hay invitaciones como las del Barrio de la Navarrería y Colegio de Huarte, Mayor 54. Los demás, a costa de cada bolsillo. A escote. Nadie mira qué consume el otro. Así se comen las 2.200 pesetas diarias que paga el Ayuntamiento a los portadores de Gigantes (2.100 para el resto de las figuras). La falta de exigencias económicas es su preservativo ante la Corporación municipal. Un relativo certificado de autonomía.
Los miembros de la Comparsa no tienen muy claro el grado de sensibilidad del Ayuntamiento hacia sus Gigantes, hacia los Gigantes de Pamplona. Últimamente, se muestra muy receptivo ante las sugerencias y propuestas que le llegan de la comparsa: mejora del local social, restauraciones parciales, estudio gráfico de los modelos originales para documentación histórica y para caso de restauración, emisión de las pegatinas... Pero se le pasó el centenario, y podría hacer más por una mejor conservación.
Dos indicaciones, por unanimidad: si se construyeran copias de los gigantes, los originales para casa, para Pamplona, y las copias para las salidas, para los viajes. En cuanto a las reproducciones en miniatura; ¡horribles!. Se considera como aceptable la realizada por Cabasés.
Esa confraternización gastronómica entre los miembros de la Comparsa, que se proyecta en la difusión de la técnica de baile a los nuevos, apenas se mantiene durante el resto del año: reunión preparatoria de recorridos, día de cobro, salidas de San Fermín Chiquito y para de contar. ¡Ni siquiera celebran en grupo las cenas de la escalera...!. Después de Sanfermines tenían una cena, que ahora es por San Saturnino y paga el Ayuntamiento; y tienen otra por San Fermín Chiquito como compensación por esas salidas carentes de asignación económica.
Se llevan bien, "somos un bloque, un equipo", sin elitismos, "hubo tiempos en que algunos bailadores se creían superiores al resto de la Comparsa". El cambio político, con posibilidad de expresión de la diversidad ideológica, no ha afectado a las relaciones personales.
Apenas se dan casos de ascendencia familiar. No serán más de media docena. Los más veteranos entraron con cierto convencimiento, pero pronto fueron ganados por los Gigantes. Les cuesta dejarlo (habrá que regular la edad de jubilación y quizá establecer jubilaciones anticipadas) ante la impaciencia de los que portan otras figuras, que quieren llevar Gigante, y ante la desesperación de quienes están en la "lista de espera", cuyo número oscila según el aguante de los interesados. Esta situación corresponde a la última década. Se han conocido años en los que tres portadores se repartían dos Gigantes y en los que se dejaban en casa más de un kiliki y más de un zaldiko.
Aunque todos quieren Gigante, aunque la retribución sea ligeramente menor, aunque todos tienen mérito en su labor, rechazan la idea de que cabezudos, kilikis y zaldikos sean "comparsa" de los Gigantes.
Cuando alguien falla, -por ejemplo, dos o tres vacantes para los Sanfermines de 1983-, se respeta la antigüedad en la lista de espera. El novicio pasa a figura, sea cabezudo, kiliki o caballo. Ese mismo criterio de antigüedad se aplica para el "ascenso" a Gigante. Solo dos o tres excepciones de acceso directo a Gigante están en la memoria de los actuales integrantes de la Comparsa. Una vez en Gigante, primero se hace de portador en desfile. Poco a poco el portador se incorpora a los bailes.
En el desfile, los pasacalles proporcionan libertad de movimientos a los portadores y acercan el gigante al pueblo. Un desfile oficialista y ortodoxo distanciaría a la gente de sus gigantes. Sería para ver, no para vivir. Si les molestas en su caminar o si el portador quiere llamar tu atención para saludarte, te acosa con la estructura o se da una garbosa vuelta y te atiza un "mangazo" con la manga de la ropa del Gigante. En las pausas, en los descansos, cuando estás en lo mejor de la conversación con el gaitero, el del tambor inicia su redoble.
En la exhibición, en la demostración, -jota, vals, polonesa-, nada está ensayado ni existe técnica fija. Cada cual tiene su estilo a la hora de marcar los pasos, a la hora de ejecutar movimientos que realcen la elegancia, la prestancia naturales del Gigante. Innovaciones recientes: en el baile, un fragmento del "Baile de la Era" y las "polonesas" a la entrada de Autobuses; en los gestos, la inclinación del Gigante, casi hasta la horizontalidad, para que reciba el beso infantil en la despedida. La creatividad forma parte de las virtudes del componente humano de la Comparsa.
Una innovación más, probada y detenida como fruto de la experiencia: la sustitución parcial de la estructura de madera por estructura de aluminio. Se quita peso en la parte inferior, lo que produce descompensación y más difícil manejo. Y otra más: la incorporación de Ribero. Regalo fraternal de la tudelana "Orden del Volatín", -a la que expresan agradecimiento-, su diseño rompe la armonía del conjunto y es de material más frágil, más perecedero. La gente no lo acepta tanto como a los de casa, y la Comparsa es unánime en el criterio de perpetuar la composición original de la misma, sin añadidos.
Cumplir, conjugado con pleno sentido de la responsabilidad, es verbo que forma parte de la esencia de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona. Les sale cumplir y cumplen. A diario. Temprano. Con independencia de quien sea el primero o el último día. Al margen de cualquier circunstancia. Por encima del cansancio. Cumplen tanto y tan bien, que si les pillas en postura poco ortodoxa, abandonada, negligente, la foto no es de ordinario sino para el anecdotario. "A veces puede parecer que estamos de jota, pero es que los Sanfermines también son para nosotros. El público obliga cada día a más y lo hacemos gustosos. El recorrido se ha acortado, pero son más horas y el esfuerzo es mayor. Quizá se dé algún caso de cierta incomprensión por personas que se incorporan a última hora y olvidan que hemos salido a las nueve y media de la mañana".
La comparsa ocupa la mañana. "Esto no es llenar un hueco. Es algo más de los Sanfermines, como el encierro o las Peñas". A precio de Novena: "Nuestro espectáculo cunde mucho y sale muy barato al Ayuntamiento". Sus componentes tienen pendiente el disfrute de otros actos coincidentes en el horario.
La Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona constituye una vivencia auténtica, limpia, fresca, guapa, de nuestros Sanfermines. La Comparsa ha encontrado su identidad en un proceso -iniciado entre 1970 y 1975, sitúan ellos-, paralelo al del acercamiento al pueblo. Fuera rigidez, fuera cualquier atisbo de desfile procesional, fuera oficialismos. Nunca los Gigantes habían tenido tanto reconocimiento popular, nunca se les había dado tanta importancia, aunque fueran testigos decorativos de los hitos históricos de Pamplona.
El corazón sonríe y los ojos se humedecen cuando vez avanzar hacia tí, alegremente mezclados, niños-cabezudos-adolescentes-kilikis-jovenes-zaldikos-adultos-Gigantes-gaiteros-ancianos-txistularis. Te metes en el grupo y el espacio pequeño se te antoja ancho, recibes los empujones como palmetazos de amistad, sientes en tu interior un ¡Viva San Fermín!, corres para animar a tu chaval, te ríes-rebelas con su prevención y el inesperado vergazo es el golpe que nunca molesta.
PAMPLONA espera a los GIGANTES. PAMPLONA sigue a los GIGANTES. PAMPLONA aplaude a los GIGANTES. "Esto de aplaudir a los Gigantes comenzó en Tudela, en una concentración. Lo recibimos como un homenaje diario a la Comparsa". En el árbol genealógico de Pamplona tendría pleno sentido esa inscripción: PAMPLONA AMA A LOS GIGANTES. Y a la recíproca, que me lo han dicho quienes les conocen por dentro.
Uno de ellos les tuvo miedo hasta los 14 años: "Mi abuelo tenía una peluquería en la Plaza del Castillo. Todas las mañanas tenía que llevarle el desayuno y me daba un miedo atroz. Leía el recorrido para no tener que pasar por allí".
Hoy, a Comparsa parada, abuelos, padres, hermanos mayores y portadores, ponen empeño y cariño en que los más pequeños indaguen sobre las interioridades de la Comparsa: la observación de la cabeza humana en el interior de la de cartón, la penetración entre los faldones del Gigante y el tocamiento de la verga. El propósido es de familiarización con la realidad objetiva de la Comparsa. ¿Rompe el encanto del misterio?, "no, los críos miran, entran tocan, y se lo pasan en grande. Pero el miedo resucita ante la figura en movimiento".
Por cierto: ¿Los GIGANTES de PAMPLONA han visitado alguna vez a San Fermín en el interior de la Capilla?; como buenos pamplonicas, qué menos podrían hacer, ¿no?.