PERSONAJES, SOMBRAS Y RECUERDOS

Texto: Lola Cabasés
("Los Gigantes de Pamplona", 1984, págs. 140-153)


DE LA COMPARSA DE TODA LA VIDA

El trabajo que a lo largo de nuestras fiestas desarrollan los componentes de la Comparsa es elogiable a todas luces, a pesar de que, como se sabe, en muchas ocasiones estos pamploneses sentían más la obligación que la devoción.

No obstante los reconocimientos han sido escasos si nos salimos del ámbito de la Comparsa. Ahora bien, la vida dentro de este colectivo, cambia notablemente. Ellos, que comprenden los sudores de cada día, con su más o menos clavo festivo, saben que dentro de cada Gigante o Kiliki, hay un hombre, que durante los días de fiestas les dan vida. Ellos sí han sabido reconocer su propia labor y la de sus compañeros, y precisamente por ello, de modo familiar e íntimo, han tenido detalles con ellos mismos.

Podemos destacar los pequeños-grandes homenajes realizados a distintos componentes de la Comparsa por su cantidad de años aguantando y cediendo parte de sus horas festivas en bien del resto de los festejantes. Unos homenajes sencillos pero llenos de las mejores esencias, los cuales han propiciado esas lágrimas emotivas, esas sonrisas de agradecimiento, y el poder llevarse a casa un recuerdo que no se olvidará en la vida (la mayoría de las veces una placa conmemorativa, o una pareja de gigantes en miniatura, o sino, la reproducción del kiliki que tanto conoce por dentro).


Trinidad en la mente de todos

Y así, con este sentimiento y agradecimiento, se celebró el acto del Anaitasuna. Ese día, el 24 de septiembre de 1977, la Comparsa tenía un nombre en la mente, Pedro Trinidad, este pamplonés de pro y pura cepa, como bien se recordó en el acto, que nació en el año 1891.
El festejo fue alegre, como merecía el homenajeado, y en él se dio cita toda la representación del folklore pamplonés, desde la propia Comparsa, ¡no podía faltar!, hasta el Orfeón Pamplonés, pasando por la rondalla de Los Amigos del Arte, la banda de música La Pamplonesa y los Dantzaris del Ayuntamiento. Según nos cuenta su hijo "hasta la Junta Directiva del Anaitasuna cedió el pabellón gratis al ver que se trataba de un homenaje de Pamplona para uno de los más significativos personajes de la tierra".

Trinidad había muerto hacía treinta años, un frío y nevado día de enero de 1947. No obstante, la Comparsa sabía que debía algo a este hombre que fue, como recuerdan algunos, "guardián y cuidador amoroso de los Gigantes de Pamplona, a los cuales, mientras él ponía los parches, en casa arreglaban la ropa. También fue artífice de la Comparsa, y sobre todo maestro de cuantos jóvenes entraban en ella".

Pedro Trinidad bailó el Gigante Moro, a la Reina Negra y a la Europea, y siempre llevaba consigo el material necesario por si había que repararlos.

Es momento oportuno para recordar al también fallecido cronista de la época, Ángel Mª Pascual, quien a la muerte de Trinidad escribió una Glosa que titulaba "Carta a la Reina Negra". En ella decía, entre otras cosas, que "cuando el cuerpo quedó dormido, mientras el alma se ponía un pañuelo colorado y unas alpargatas de trencilla, entraba saltando en la gloria de los cielos y atronando a los Coros de los Ángeles con el ¡Viva San Fermín! más sonoro que se había oído en la Ciudad de Dios. ¡Y no quieras saber, Reina Negra el amor con que San Fermín le dio a besar el anillo!.

- ¡Sé bienvenido, Trinidad!
Y luego le puso la mano en el hombro con un gesto de mozo moreno.
- ¡Cuántas veces te vi bailar delante de mi capilla, y cuando la procesión!".

También con este motivo, el escritor pamplonés, José Mª Pérez Salazar, dedicó unos versos:

Jamás Reyes danzaron de tal guisa.
Seda, percal, encajes y volantes,
jamás al viento dieron más desplante,
ni en más caricia el viento se hizo brisa.
Porque jamás, amén, cuando se pisa
una alada pirueta dio a un gigante
tal expresión de renacido atlante
que se recrea de retardar la prisa.
Y al clamor de la fiesta, cuando brilla
el antiguo cartón de danza airosa,
tú, Pedro Trinidad de pies de plata,
bordaste en almidón, con la trencilla
que cruzaba el fervor de tu alpargata,
un ágil bucle en espiral de rosa.


Homenajes íntimos

El homenaje a Pedro Trinidad fue todo un acontecimiento, y quizás el precedente de los que, posteriormente, los hombres de la comparsa se han ido haciendo, y así sigan. Unos homenajes que significan el reconocimiento a una labor y el deseo de mantener vivo el recuerdo que se les profesa.

Posteriormente otros componentes fueron protagonistas de hechos semejantes, aunque también hay que decirlo todo, hay personas que por motivos en los que no entramos, han quedado en el tintero y en el baúl de los olvidos. Sí se han recordado las dedicaciones de otros, como Vals y Zapatero, inseparables de los Reyes Negros. Ellos, con txistu y tamboril, durante más de cincuenta años pusieron la música para la danza. Siempre los últimos, y quizás los menos estruendosos, ya que el fino sonido del txistu muchas veces es apagado por la gaita chillona, al son de la que bailan los otros seis monarcas.

También el bailador Tomás Moreno Jaurrieta, cuando cumplió sus largos 25 años de comparsero, recibió el reconocimiento de sus compañeros, al igual que Juan Ibáñez Garrués, que estuvo 39 años, Eusebio Ríos Francés, después de 28 años bajo las faldas monárquicas, y Dionisio Ríos Ochoa, al cumplir con la Comparsa sus bodas de plata.

Homenaje más reciente fue el dispensado a Jesús Mª Michel, que el año 1983 también cumplió 25 años de dedicación a la Comparsa, y no debemos olvidar el ofrecido a Ignacio Vorea, el primero de la lista.

Todos estos actos fueron íntimos, y se celebraron en los propios locales de la Comparsa. Todos iguales, aplausos, entrega de los Gigantes y kilikis en miniatura, emoción y agradecimiento.

Seguro que a esta corta lista se irán uniendo más nombres, porque los gigantes, kilikis y zaldikos son agradecidos. Ellos saben que son parte fundamental en las fiestas de San Fermín.


El Ayuntamiento se acordó en 1976

Pero si bien estos actos fueron personales, el periodista José Luis Larrión, cronista de Pamplona, nos recuerda en su libro "Navarra. Tierra de Gigantes", el homenaje realizado por el Ayuntamiento de Pamplona, estando entonces de alcalde Javier Erice Cano, un 14 de julio, Día de la Octava, de 1976.

"En la mañana del 14 de julio de 1976, último día de fiestas, el Excmo Ayuntamiento tributó un homenaje a los Gigantes de Pamplona, recibiendo los portadores en la Casa Consistorial y haciendo entregs por el alcalde, Sr. Erice Cano, y recogiéndola el mozo más antiguo de la Comparsa, Juan Ibáñez Garrués, una placa de plata en la que se lee El Ayuntamiento de Pamplona a los Gigantes en su 116 aniversario".

También el popular Larrión recoge una crónica de prensa en la que se dice: "A veces suceden cosas así. Entre tanto homenaje y pañuelo honorífico todos nos olvidamos de la Comparsa. Acaso, de sentirla tan cerca, tan entrañablemente unida a la fiesta, la dejamos al margen de las distinciones. Cosas que pasan".

Larrión recoge también en su libro un recuerdo que yo no pensaba omitir, y que también se sintió como homenaje. Fue cuando en 1966 los pamploneses, mi padre José Antonio Cabasés, el que tanto me enseñó de Pamplona y el que siempre me inculcó el amor a nuestras cosas y tradiciones, y un gran amigo suyo e inseparable compañero de trabajo, Santiago Alonso, después de muchos trabajos ofrecieron la primera reproducción artística en miniatura de los Gigantes de Pamplona, trabajo en el que también participó Cayo Irigoyen. Más tarde la reproducción sería de toda la Comparsa, cuyas figuras doy fe que están colocadas en cientos de hogares pamploneses.

Para todos aquellos hombres de la comparsa que por una razón u otra han quedado en el olvido, el tiempo no se ha agotado y este blog quiere ser otro acto más a añadir en ese reconocimiento general.