OTROS ARTESANOS

SASTRES Y PINTORES

Texto: Gabriel Imbuluzqueta
("Los Gigantes de Pamplona", 1984, págs. 125-127)


SASTRES

Sumergidos en el Archivo Municipal nos encontramos que tradicionalmente los Gigantes, desde su construcción, han pasado por pocas manos. Diremos que solamente por cuatro generaciones, tanto en el aspecto de confección de los trajes como en el de acicalar y pintar todos los años a estos venerables personajes, salvando naturalmente pequeñas lagunas, quizá por el hecho de dejar sus actividades o, incluso, desaparecer estos artesanos.

El primer Maestro Sastre, que así rezaba en sus facturas, fue Francisco Ayala, "Industrial de la Plaza". Este caballero ya los consideraba como objetivo principal, pues así lo entendemos que fue su trabajo. No en balde a la vez que vestía a los Gigantes hacía toda clase de reparaciones en el Teatro Principal, Plaza de Toros, también vestía a los portadores del Santo, San Fermín, clarineros, etc.; por lo tanto era el sastre oficial del Ayuntamiento.

En el año 1860 arregla los Gigantes anteriores a los de Tadeo, y continua con los que ese mismo año estrena la Ciudad hasta el año 1876. Este dato nos hace pensar que fue él quien vistió los Gigantes de Amorena, pues este último en sus facturas no detalla quien participa en la confección del vestuario, ya que tradicionalmente debía de ser Ayala.

Después de 1876 hay un paréntesis de ocho años, en los cuales no hay un sastre oficial, pues, son varias las facturas de diferentes artesanos que intervienen en esta misión, entre los cuales destacamos a Niceto Serrano, jefe de la Comparsa, que hacía doblete, pues, a la vez vestía y mandaba lavar y planchar los trajes regios.

A partir de 1883 es Serapio Minué el sastre oficial (se recupera esta figura). Este Maestro Sastre tenía su taller/tienda en la calle Estafeta nº 39. Minué fallece en 1900 y continúa la tradición su esposa hasta 1911. Esta señora será Josefa Manso, y firmaba "Vda. de Minué".

En 1912 aparece como sastre de la Comparsa Pablo Fraile, aunque regentaba un taller en la calle Mayor, y cuyos descendientes actuales son los gaiteros hermanos Fraile.

La anécdota de este personaje nos la facilita el "Diario de Navarra" en su número del 7 de julio de 1912, en el que se lee textualmente: "El amigo Fraile se ha lucido. El sastre más pequeño de Pamplona ha tenido la osadía de subirse a las barbas de los hombres más altos, y por cierto que no lo ha hecho mal. Los trajes son muy bonitos y de una hechura sin rival".

En estas tareas aparece José Aranguren, que ya es jefe de la Comparsa con anterioridad a esta fecha, y a la vez celador de obras del Ayuntamiento, al cual sustituyó Juan Juaniz en 1931, que también era celador de obras, por lo que nos hace pensar que eran unos manitas y daban solución correcta a este trabajo de vestir y guardar la tradición que llegará hasta nuestros días. Rufina Aranguren, que debía ser modista, es la que recompone y viste de nuevas galas a nuestros venerables abuelos, y también figura Simona Noain, en el año 1932, arreglando los trajes.

En 1941 Nicolás Cejuela confecciona sus nuevos trajes a Caravinagre y Verrugón.

En 1946 sucede a Juan Juaniz, Francisco Sorozabal, el cual continúa la tradición heredad hacia "sus Gigantes". Diremos que este es un enamorado de la Reina Europea, a la que trataba con mimo.

En los años 50 se encargaron de las labores de satrería las hermanas Lozano de Sotés, y en los 60 doña Nora Argüelles y doña Victoria Zudaire.

En 1977 sucede en los menesteres organizadores de la Comparsa a Sorozabal otro Francisco, pero éste Apezteguía, el cual hasta hoy es el artífice de la puesta a punto de nuestros reales personajes, sin olvidar a su esposa Emilia Luquin, como modista, quien, ya desde 1974, al verse obligada Victoria Zudaire a dejar el cargo, tras sufrir una operación, es la artesana que cose y arregla estos trajes que son, sin duda, la admiración de todos, continuando la tradición, no exenta de responsabilidad.

Los sastres encargados de estos menesteres fueron generalmente pamploneses, con gran arraigo y tradición por aquél entonces. No en balde vestían por completo a la ciudad, lo que dicho de otra forma, pocos irunhsemes no tendrían el traje de la boda (después "pá" los domingos) confeccionados por estos artesanos.

Así que el hecho de vestir a los Gigantes daba fama a estos artesanos, máxime si tenemos en cuenta que hasta la prensa realza con detalles estos aconteceres, pues por aquellos años la iruña diaria provocaría posiblemente pocas noticias de primera página, dado el poco número de habitantes que había. Por lo tanto todas estas noticias eran parte de lo noticiable por aquél entonces.

Ahora daremos al detalle quiénes fueron estos personajes que con su aportación dieron una continuidad al realizar esta magna comitiva, dándole cada uno creatividad, pues no en vano empleaban para su confección los colores que ya entonces trataban de llevar lo que hoy entendemos como moda. Claro es que dicha moda sólo la podrían llevar "algunas".

Después desaparecen estos artesanos y se conserva la tradición (pues los Gigantes son elegantes y visten a medida gracias a la generosidad de modistas, que a pesar de ser modestas e incluso trabajar en el anonimato tienen gran ilusión, por lo que se sienten importantes y es posible que tengan miedo a la responsabilidad).

Yo las he visto nerviosas en la 1ª salida del 6 de julio, como esperando el aprobado de un pueblo. Todo esto se pasa enseguida, pues la admiración de un niño al paso de la Comparsa es suficiente pago de sus desvelos.

Tal vez sea este el único espacio abierto a las mujeres ya que, hasta entonces, todo lo demás estaba en manos de los hombres. Para vuestra satisfacción os decimos a vosotras: ¡¡adelante!!, lo hacéis de primera.

Tal vez te parezca reiterativa la narrativa de estos hechos, pero de alguna manera debían salir a la luz estos artesanos locales, que sin duda son los continuadores de la tradición que no hay que olvidar. Además del aporte personal que sin duda es importante, no debemos olvidar su dedicación. Muchas horas de trabajo, además del esfuerzo físico consecuente.

La dedicación plena en las fechas anteriores de las fiestas, dejando a un lado intereses particulares para realizar una misión más importante desde dentro de sus seres, es un trabajo que solo se puede realizar con mucho amor hacia los Gigantes.

Es esto algo que posiblemente todos no entiendan, pero los que sentimos este gusano, por estas cosas tan nuestras, se lo agradecemos de corazón.


MAESTROS PINTORES RETOCADORES

Aunque parezca extraño, Tadeo Amorena, progenitor de estas esculturas, nunca aparece ligado a la labor de acicalado de sus gigantes, a pesar de ser industrial establecido en la ciudad. Una vez tan sólo en el mismo año de la construcción de los gigantes hay una factura por la reparación de un zaldiko, a pesar de que existen varias facturas de reparaciones en el Teatro Principal.

Ya en 1884 sale otro personaje importante para la Comparsa, Félix Flores, Maestro pintor de indudable valía. Es este el encargado de acicalar a la Comparsa hasta el año 1920, y es este artista el progenitor de los cabezudos que abren la comitiva en el año 1890.

También de las labores de pintura se encarga hasta 1900 Leoncio Iribarren, que tenía un taller en la calle Estafeta números 9 y 11, que curiosamente coincide con el antiguo domicilio de Tadeo Amorena.

A continuación figura Florentino Isturiz, del cual reproducimos una factura por la curiosidad del membrete.
Este maestro continuará hasta el año 1932 en que coge el relevo Eduardo Rubio, también, como los anteriores, industrial artesano que es restaurador de altares, imágenes, etc. Este último continúa hasta el año 1949 en que pasa a otro taller/estudio llamado Santa María La Real hasta el 1952. Dicho taller estaba regentado por Antonio Abadía y se dedicaba a trabajos de ebanistería y restauración de iglesias en la calle Dormitalería.

A continuación, en 1952, realiza estas labores Jesús Azcárate Muro, quien figura hasta 1965, año en que se estableció y tomó un encargo de restauración de una iglesia en Calahorra, precisamente en fechas sanfermineras.

A partir de 1966 vuelve a encargarse Antonio Abadía quien delega el trabajo en un empleado suyo llamado Juan Zufía Troyas, pintor decorador, que se ocupa de las figuras hasta 1974, año en que se jubila y vuelve a la comparsa Jesús Azcárate, quien es en la actualidad el pintor de la Comparsa.